La música de aquella noche,
que en la brisa era familiar,
reunió dos casualidades.
Nosotros,
débiles a agentes externos
confluimos en ese punto cósmico.
Dos imprevistas casualidades
que no por casualidad confluímos,
con un toque de metafísica
nos pusimos en contacto.
Nuestros cuerpos entendieron todo desde el principio,
y nosotros lo entendimos un poco después.
Mientras olíamos nuestras raíces,
la cadencia interpretaba la brisa musicada.
Tendríamos que habernos separado luego,
pero ese tiempo de calor entre tanto frío
nos intuyo a llenar el lecho vacío.
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